En una entrada anterior de nuestro blog hablamos sobre cómo la pandemia nos ha golpeado en diversos ámbitos en los cuales estábamos en deuda y cómo logró acelerar la digitalización en varios sectores. Muchas empresas debieron reinventarse incorporando tecnologías e innovando para seguir funcionando y cambiando su forma de trabajar. Ejemplos de este cambio, fue el explosivo crecimiento del comercio electrónico en los últimos meses (119% durante el mes de marzo según estudio de la Cámara de Comercio de Santiago) y la adopción permanente del trabajo remoto por importantes conglomerados como Siemens y Microsoft. El mundo cambió drásticamente y para las empresas pensar en volver a la normalidad vendiendo por ejemplo como hacían antes de la pandemia sería un error enorme.
Del mismo modo, pretender volver al modelo en donde la mayor parte de nuestra tecnología es importada es también un error. Paul Romer recibió el Nobel de Economía por demostrar que el desarrollo tecnológico de un país impacta en el crecimiento del estándar de vida en el largo plazo. Pero, además, que el motor del crecimiento se debía a la generación interna de capacidades y de conocimiento. De acuerdo con el último estudio de Endeavor Chile, solo el 1% de empresas de alto crecimiento en Chile generaron el 40% de nuevos empleos entre 2015 y 2018 y que, por lo tanto, este tipo de empresas son clave en la reactivación económica.
En el último tiempo hemos visto que en Chile existen casos de éxito y el potencial para hacer innovación tanto desde las universidades como desde startups en el sector productivo. Efectivamente, no todas las startups llegarán a ser como NotCo, Fintual, o Kura Biotech, pero quizás veamos menos de estos casos si como país decidimos limitar los recursos en investigación e innovación para atraer capital humano avanzado al sector productivo que permita a startups jóvenes generar las capacidades técnicas necesarias para desarrollar soluciones con valor agregado y acceder a fondos de innovación para escalar y exportar nuestra tecnología.
La disminución del presupuesto para 2021 para el apoyo al Desarrollo de Energías Renovables no Convencionales, la suspensión de Becas Chile, la ausencia de convocatorias para la inserción de Capital Humano Avanzado al sector productivo (PAI) afectará el futuro y desarrollo tecnológico de Chile y en particular de las energías renovables. Chile tiene un potencial solar y eólico privilegiado a nivel mundial. La reducción del presupuesto pondrá en riesgo el futuro desarrollo e investigación de iniciativas relacionadas a energía solar, eólica y también en el desarrollo y producción de hidrógeno verde. Una oportunidad única de crecimiento para Chile.
La pandemia seguirá siendo un factor importante para la economía para los próximos años, dejando en evidencia la importancia de la ciencia en el futuro del país. La alerta por la reducción sistemática de los fondos destinados a investigación e innovación, ya fue levantada desde la academia. Por eso, debemos encontrar en este contexto una oportunidad para potenciar nuestras capacidades para el desarrollo científico y la innovación. Chile no es Silicon Valley y, por ello, nuestro mayor desafío como país es mantener los recursos para que las empresas puedan desarrollar el potencial y las habilidades para adaptarse y generar mejores empleos en el largo plazo.
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